Los últimos datos de las OMS revelan que al año se dan 800.000 suicidios, sin contabilizar las tentativas que no se llegan a culminar. Además, está demostrado que existe un fuerte vínculo entre las conductas suicidas y los trastornos mentales como la depresión, el consumo de sustancias y de alcohol, entre otros. Pero, ¿realmente sabemos cómo llega una persona a esa situación?, ¿sabemos ver los indicadores, y sobre todo sabemos cómo prevenirlo?
Para responder a estas preguntas sería interesante desmontar muchos de los mitos que rodean a este tema:
“Hablar del suicidio o preguntar a alguien si lo quiere hacer puede inducirle a que lo haga”. Hablar de ello, de hecho, puede hacerle cambiar de opinión o reducir el riesgo. La sensación que tenga de desesperanza o soledad se puede reducir viendo que hay una persona que le entiende y que se preocupa. Si tienes la oportunidad de hablar del tema, hazlo, valora el riesgo que hay y pide ayuda profesional de urgencia si crees que hay un riesgo elevado.
“Todos los suicidas quieren morir”.
Los suicidas quieren dejar de sufrir, y no saben cómo.
“Si quisiera de verdad lo habría hecho, solo ha sido una llamada de atención”.
En muchas ocasiones no se da veracidad al acto porque no lo ha culminado. Esto es un gran riesgo ya que, en la mayoría de las ocasiones la persona sí quería hacerlo, pero no supo. Si la ideación suicida se mantiene, probablemente volverá a intentarlo de otra forma, por lo que no quites importancia a los intentos de suicidio o incluso a las autolesiones, es el momento de pedir ayuda y darle la importancia que merece.
“Da igual lo que hagamos, si quiere suicidarse lo acabará haciendo”.
Las personas que se plantean el suicidio sienten tanta desesperanza que, aunque prefieran no hacerlo, no ven otra salida. La ayuda profesional y el apoyo del entorno puede dar a esa persona el sostén que necesita para ver que hay otras opciones a su situación.
Hay indicadores como cambios en los hábitos de sueño, empezar a hablar sobre la muerte o deseos de hacerse daño, emociones de tristeza y desesperanza, iniciarse en el consumo de drogas o aumentarlo, perder el interés en aficiones, aislarse o distanciarse de su familia, amigos…que nos pueden dar una pista de que esa persona necesita ayuda.
En cuanto a lo que podemos hacer en esta situación, primero se sugiere buscar atención de urgencia, preferiblemente ayuda profesional que pueda realizar un diagnóstico y poner en marcha las medidas necesarias. Por otro lado, es importante que además de esta intervención inicial de urgencia la persona disponga de un seguimiento y un posible tratamiento. Si tienes a una persona en tu entorno que pueda estar en esta situación muéstrale tu apoyo, involúcrate en su situación y muéstrate disponible. Habla sobre el tema e incentiva a crear una red de apoyo en el entorno.