El 1 de Noviembre aparece marcado en nuestros calendarios como un día festivo nacional, el Día de Todos los Santos, dedicado a homenajear a todos aquellos familiares, amigos y personas más cercanas y queridas que tristemente han fallecido. Se trata, en definitiva, de dedicar un día del año a rendir memoria a los nuestros, ¿pero qué sentido tiene guardar un día especial? ¿Acaso no los recordamos el resto de días?
Está claro que a lo largo de nuestra vida sufrimos pérdidas constantemente, y cuando alguien se va nos embarcamos en un proceso de duelo que puede enmarcar más o menos tiempo. Durante ese proceso afrontar una pérdida implica trabajar sobre muchas realidades que se nos presentan; aceptar que esa persona se ha ido, expresar los sentimientos de soledad, de culpa o incluso de enfado, y adaptarnos a una nueva realidad donde nos encontramos sin esa persona pero en el mismo lugar. En este camino puede sernos de gran ayuda marcar rituales que simbolicen la realidad de la pérdida, y quizás días tan señalados como el Día de Todos los Santos nos ayuden a despedirnos.
Solemos realizar rituales tradicionales como visitar cementerios, realizar ofrendas como ramos de flores y dedicarles unas palabras en nuestro pensamiento; ayudan a simbolizar con actos la realidad de la pérdida y decir adiós. ¿Qué más podemos hacer el Día de Todos los Santos?
En éste día tan señalado podemos aprovechar para realizar algunos rituales más personales a modo de despedida; coleccionar objetos que simbolicen a la persona fallecida o la relación que manteníamos con ella, escribir una carta de despedida a la persona fallecida plasmando todo aquello que sentimos, o realizar un pequeño álbum de fotografías familiares entre varias personas puede facilitarnos a brindar un momento de rememoración y recuerdo hacia ellos.
Aunque en estos casos siempre sea necesario un trabajo personal, no es imprescindible atravesar un periodo de duelo en soledad, de hecho, esto incluso puede ser contraproducente. También puede convertirse en un día de reunión familiar, en el que podemos aprovechar para pasar un día en familia, comer juntos y recordar al fallecido en común, mientras se comparten experiencias, recuerdos y se obtiene apoyo familiar.
Así mismo, realizar estos rituales nos ayudan a aceptar la pérdida para poder mirar al futuro y avanzar, dando un nuevo espacio a esas personas queridas que ya no están físicamente con nosotros pero permanecen de otra forma; en forma de cualidades que nos han dejado, en forma de valores que nos han transmitido, y en forma de recuerdos inolvidables que siempre nos acompañarán.